La mejor señal de equilibrio en una vida es un sentimiento
de bienestar, optimismo y una clara conciencia. La base para lograrlo es cuidar
la propia espiritualidad, conservar en todo momento un espíritu apacible,
afable y reflexivo. De ese modo sabré intuitivamente como satisfacer las
diversas responsabilidades. Sólo puedo dar a los demás lo mejor de mí mismo
cuando estoy en plena forma.
Para
sentir este estado de plenitud debo fortalecer mi capacidad de permanecer
estable ante las diferentes situaciones y escenas de la vida. Y junto a la
estabilidad, tengo que desarrollar la habilidad de mantener un equilibrio
entre:
Ser alegre, pero no excesivamente extrovertido.
Ser sincero, pero no herir.
Ser firme en las ideas pero no arrogante.
Ser humilde pero no sumiso.
Ser rápido pero no impreciso.
Estar contento pero no ser complaciente.
Ser despreocupado pero no ser descuidado.
Ser amoroso pero no apegado.
Ser pacífico pero no pasivo.
Ser disciplinado pero no rígido.
Ser flexible pero no débil.
Ser obediente pero no ciego.
Ser dulce pero no pegajoso.
Ser moldeable pero no tonto.
Ser introvertido pero no cerrado.
Ser decidido pero no testarudo.
Ser valiente pero no agresivo.
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