lunes, 26 de agosto de 2019

Espiritualidad en la vida diaria

Espiritualidad en la vida diaria



En esencia, la espiritualidad es saber cómo vivir. Ese conocimiento nos da la felicidad. La verdadera espiritualidad no consiste en un sistema de culto o un ritual, sino en una actitud positiva hacia nosotros mismos y hacia los demás, lo que convierte la vida en dicha, no en esfuerzo.

Para que la vida sea feliz basta con unas relaciones personales satisfactorias y un objetivo. La felicidad o la ausencia de ella, no obedece a causas externas sino que proviene del interior.

Así, el bienestar material no brinda felicidad, ni tampoco desdicha. La gran afección de la conciencia humana es considerar sólo lo externo como un medio para lograr la felicidad, esperando simplemente lo mejor, en lugar de examinar los valores y actitudes personales.

La felicidad no puede hallarse esperando simplemente lo mejor. No hay atajos. Ninguna otra persona, ninguna cosa externa puede darnos un estado permanente de bienestar. Es nuestra propia responsabilidad lograrlo. Las cosas externas pueden contribuir, servir de guía e inspiración, pero en última instancia la vida es lo que hacemos de ella.

La exploración profunda de nuestro ser nos proporciona entendimiento. Con éste, podemos empezar a crear la vida que deseamos vivir. Sin este entendimiento no podemos liberarnos de las crisis. En la actualidad parecería que a cada paso hay crisis, contratiempos y situaciones insolubles. Se diría que esto se ha convertido casi en lo común para la vida humana.

Cuando desarrollamos y fortalecemos nuestra espiritualidad, la vida es más que la simple supervivencia y la superación de obstáculos. Es una gozosa experiencia llena de amor y significado.

 

jueves, 22 de agosto de 2019

La calidad del pensamiento

La calidad del pensamiento


Pensemos en una semilla. Es como un punto –pequeña, diminuta y compacta- y sin embargo plena de potencial. Un pensamiento es una semilla, que puede ser positiva o negativa, según nuestro estado de ánimo, actitud y carácter. El pensamiento crea sentimientos y actitudes. A esta combinación se le llama conciencia. Nuestra conciencia es un reflejo de nuestros pensamientos, y nuestra vida es un reflejo de nuestra conciencia.

Habitualmente permitimos que nuestros pensamientos se esparzan por doquier, que divaguen por todos los rincones de nuestra mente. Los pensamientos descontrolados son como un automóvil lanzado a toda velocidad: a no ser que frenemos, nos estrellaremos. Una  mente sin control está tensa y preocupada. Esto causa muchísimo daño.

Para que nuestra mente trabaje con naturalidad necesitamos aplicar un freno. Una mente natural es pacífica, y una mente pacífica nos da claridad. Cuando vemos las cosas con claridad no hay desgaste porque nuestra mente se vuelve ligera, no se ve agobiada con pensamientos innecesarios. La mayor enfermedad de la mente es pensar demasiado, especialmente en otros: en lo que hicieron, lo que deberían hacer, lo que debieron haber hecho, lo que dijeron, lo que quisiéramos que hubieran dicho, por qué hablaron siquiera. Todo esto perturba la serenidad propia de la mente.

Cuando pensamos demasiado solemos fantasear y reaccionar con desmesura, y así creamos sentimientos negativos. La observación nos da la paciencia y claridad necesarias para pensar y actuar de manera apropiada; al observar nos concentramos interiormente, lo que nos permite ver la realidad.

Si sembramos una semilla de pensamiento positiva y limpia y nos concentramos en ella, le daremos energía, así como el sol se la da a la semilla que yace en la tierra.
Cada mañana, antes de comenzar nuestra jornada, sentémonos tranquilos, en silencio, y sembremos la semilla de la paz. La paz es armonía y equilibrio. Dejemos que la paz encuentre su hogar en nuestro fuero interno. 

La paz es nuestra fortaleza original, nuestra eterna tranquilidad del ser.

Extracto del libro: 
DESCUBRIR LA ESPIRITUALIDAD
Anthony Strano

lunes, 12 de agosto de 2019

Moler tus propios ingredientes

Moler tus propios ingredientes


Existe un dicho: Muele tus propios ingredientes y experimentarás felicidad. En términos del conocimiento espiritual, no es suficiente comprender intelectualmente, es esencial trasladar el conocimiento a nuestra experiencia práctica.

Por ejemplo, el conocimiento espiritual de que somos un alma, un ser de luz, cuya naturaleza original es la paz y la estabilidad, cuyo estado natural es de equilibrio y bienestar. Otro aspecto del conocimiento espiritual es la comprensión de Dios, el alma suprema, como la fuente elevada de luz y poder espiritual, nuestro benefactor constante y benevolente, con quien si sintonizamos nuestra mente e intelecto, accedemos a un inagotable caudal de recursos espirituales y fortaleza. No es suficiente saberlo, necesitamos aceptarlo, reflexionar sobre ello, practicarlo en la vida y experimentarlo. Eso es lo que significa moler tus propios ingredientes y el fruto de ello es la experiencia de la felicidad, ya que el alma experimenta beneficio, logros y progreso.

Por ello, para avanzar espiritualmente, es muy importante convertir nuestra vida en un laboratorio de experiencias. Cuanto más reflexionamos y experimentamos con diferentes aspectos del conocimiento espiritual, más los 
hacemos nuestros y nos damos cuenta de su valor y su relevancia.

De esta manera, cuando transmitamos conocimiento espiritual a otros, lo haremos con el entusiasmo y el brillo que viene de la experiencia, y eso se convierte en una fuente de inspiración para los demás, les llena de coraje y motivación para aplicarlo también en sus vidas.

Además, cuando permanecemos en la práctica de reflexionar y aplicar el conocimiento espiritual, nuestra mente permanece involucrada en pensamientos elevados y de calidad que generan mucha energía positiva en nuestro interior. Entonces ningún problema, dificultad ni obstáculo nos atrapará o atraerá, ya que estaremos perdidos en la felicidad y el bienestar de nuestra propia mente. Debido a que estamos ocupados en nuestra mente, las debilidades no tienen oportunidad de venir y permanecemos estables en un estado elevado de consciencia.
 

lunes, 5 de agosto de 2019

El actor en el escenario

El actor en el escenario



Hacerse consciente del alma significa tener claro la diferencia entre el instrumento físico o traje, es decir, el cuerpo, y la energía consciente que lo gobierna, el alma, el ser.

Del mismo modo, es esencial comprender la diferencia entre quién soy realmente y el rol o roles que estoy interpretando en mi vida.

Un actor, incluso mientras está interpretando las escenas más dramáticas, incluso mientras llora o ríe o grita, sabe que está interpretando un papel y que él no es el papel. Sabe que cuando la obra se acabe de representar, seguirá existiendo sin el papel.

Podemos desarrollar gran fortaleza si, de la misma manera, mientras interpretamos diferentes roles en el escenario del mundo, permanecemos conectados con la consciencia interna de nuestra identidad eterna, como el ser de consciencia pura – de paz, de verdad, de luz, de amor.

Separar al rol y al actor hace que aumenten las oportunidades de ver lo que mi papel precisa realmente y reduce la posibilidad de ser influenciado en exceso por los demás. Si soy capaz de proteger mi identidad interior, será mucho más fácil para mí cambiar de rol. Si me pierdo en algún rol en particular, no puedo ver más allá de las necesidades inmediatas.

Por ejemplo, puede que se requiera de alguien que interprete el papel de madre, o de esposa, o de mujer de carrera, o de trabajadora comunitaria, o de amiga. Siempre tendremos muchas más probabilidades de satisfacer todos estos roles si no nos atrapamos excesivamente en ninguno de ellos.

La meditación puede compararse con el momento en el que nos permitimos dejar el escenario del mundo, incluso por unos momentos, y conectar con nuestra esencia. Separarnos del escenario temporalmente nos permite comprender con mayor profundidad el comportamiento de los demás actores y qué es lo que se requiere de mí para poder interpretar mi papel con precisión.

No cortamos con el papel, pero dándonos a nosotros mismos de vez en cuando oportunidades para recargarnos, nos aseguramos de que nuestra perspectiva permanezca elevada, de que nuestras motivaciones sean positivas y de que nuestro estado interno sea pacífico y equilibrado.