Cuando la energía de nuestra consciencia esta fuera de control, la mente está en un estado de agitación. Nos gobiernan las emociones. La solución es desapegarse de las tormentas internas, separarse y observar el huracán, dejando que pase. La observación desapegada retira la energía que tus emociones requieren para sustentarse.
Por ejemplo, la ira es una condición en la que la lengua trabaja más rápido que la mente. Decimos cosas sin pensarlas, bajo la presión emocional del enfado o la reacción. Cuando nos desapegamos y observamos nuestra propia ira, ésta muere. Si no nos desapegamos de ella y la observamos… entonces será nuestra dueña.
Por otro lado, necesitamos poder para permanecer libres de la influencia de los demás. El desapego es este poder. Si no podemos permanecer desapegados de las influencias, no podremos mantener los pensamientos bajo control. A partir de ahí se generará una espiral descendente hasta que todo rastro de bienestar interior se pierda.
El primer paso en el desapego es comprender quién eres como entidad espiritual. Esto te permite “desapegarte” de tu identidad física, y todo su mundo de pensamientos y sentimientos limitados, y en lugar de ello “apegarte” a tu personalidad espiritual, el ser de paz, fortaleza y estabilidad.
Un día normal siempre estará lleno de desafíos hacia este desapego. Por un lado estará tu conciencia espiritual, pero por el otro estará la atracción hacia los seres humanos y el mundo material. El desapego no quiere decir alejarse del mundo material, sino simplemente permanecer consciente de ti mismo como ser espiritual mientras estás en el mundo e interpretas tu papel. El desapego simplemente significa mantenerte centrado en tu espiritualidad.
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