domingo, 24 de marzo de 2013

La propiedad de la felicidad espiritual

La felicidad espiritual es una experiencia única e invalorable.

¿Por qué desaparece la felicidad espiritual? Una de las principales causas está conectada con los deseos limitados. Tenemos que ser conscientes de que si tenemos incluso un deseo en la mente, éste dará nacimiento a muchos otros. Un deseo es satisfecho y otro surge inmediatamente. Una mente llena de deseos es una mente intranquila que no conoce el descanso. Una mente calmada y satisfecha es el contenedor seguro de la felicidad espiritual.

Otro aspecto que hace que perdamos la felicidad es la crítica y la difamación. Absorber la crítica o la difamación que otros puedan hacer de mí significa entregarles mi felicidad a ellos. Es como renunciar a mi verdadera propiedad. Tenemos que ser conscientes de que no hay mejor nutrición para el alma que la felicidad. Por ello es importante considerar prioritario el preservar y mantener nuestra felicidad espiritual, uno de nuestros tesoros más elevados.

La felicidad también desaparece cuando nos involucramos en pensar acerca de personas y situaciones. Si nuestra mente se absorbe en los pensamientos de situaciones externas, se hace muy difícil permanecer conectados con nuestra esencia, con nuestro ser verdadero y por supuesto, con Dios, el Alma Suprema. Debido a ello, la experiencia de la felicidad espiritual se diluye en medio de tantos pensamientos inútiles e innecesarios.

Sólo Dios, de hecho, nos puede dar la calidad de felicidad que sustenta y conforta nuestro corazón. Otras personas y las situaciones nos pueden proporcionar solamente felicidad pasajera.

Si aprendemos a tomar de Dios esta felicidad de la calidad más elevada podremos permanecer constantemente felices.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Meditación y concentración


La meditación es el proceso a través del cual entrenamos la mente para crear conscientemente el tipo correcto de pensamientos que queremos tener. Para que los beneficios de la meditación se hagan efectivos, necesitamos practicarla de manera regular, como parte de nuestra rutina diaria.

En el campo de la acción, nos confrontamos con diversos tipos de situaciones adversas e incómodas, cuyo primer y más inmediato efecto se produce en el nivel de nuestros pensamientos, antes de que su influencia se manifieste en la expresión de la cara o en las palabras o acciones. Nos damos cuenta, en nuestro interior de que los pensamientos (y como resultado nuestra respuesta a través de las acciones) que creamos en esos momentos no son los adecuados. Queremos inculcar el hábito de que los patrones de pensamiento sólo sean los que nos gustan o consideramos correctos, positivos y poderosos, no importa lo que suceda.

¿Así que por dónde empezamos? La meditación es el punto de partida. La meditación es el momento en el que conscientemente creamos pensamientos de calidad positiva. ¿Qué beneficio conseguimos? En esos momentos, estamos cambiando el hábito muy antiguo y arraigado de crear pensamientos erróneos y desestabilizadores cuando afrontamos situaciones adversas.

¿Cómo hacemos esto? A través del intelecto. El intelecto es la facultad de nuestra consciencia que nos permite tomar las riendas de la mente y elegir la dirección en la que queremos que la mente viaje. Durante la meditación, exploramos y contemplamos conceptos de conocimiento espiritual como la perspectiva de nuestro ser como un alma, un ser de luz. Con el intelecto nos enfocamos en esta realidad sutil.

El intelecto es la facultad que nos permite concentrarnos en el pensamiento que elegimos. En general nos resulta más fácil enfocarnos en aspectos físicos o prácticos y se vuelve más resbaladizo enfocarse en pensamientos sutiles, como el de que soy un alma, un punto de luz, y mi lugar de residencia en este cuerpo físico es el centro de la frente, justo detrás de los dos ojos. Otro pensamiento sutil es el de que Dios, el Alma Suprema, la fuente de todos los poderes espirituales, también es un punto de luz, que brilla en la dimensión espiritual.

Es sólo con la concentración del intelecto que podemos acceder a hermosas, profundas y transformadoras experiencias espirituales. Y el único método para desarrollar la capacidad de concentración del intelecto es la práctica continuada y atenta, con determinación y propósito

lunes, 11 de marzo de 2013

Diferencia entre controlar y reprimir

A fin de conquistar nuestros hábitos negativos, se hace necesario desarrollar la capacidad de controlarlos con nuestra voluntad. Y entonces surge la cuestión: ¿no es controlar también una forma de reprimir? Y todos sabemos que reprimir algo siempre tiene consecuencias perjudiciales.

Tomemos unos momentos para reflexionar sobre esto. Podemos profundizar sobre el proceso de la ira, un hábito negativo muy común. Cuando entendemos que nuestra esencia original es la paz y no sólo lo entendemos, sino que a través de la meditación y la contemplación realmente lo experimentamos, nuestra conciencia cambia. La experiencia habitual es que cuanto más nos sentimos en paz y en bienestar en la mente, más valoramos la presencia de la paz en nuestras vidas. Ahora tenemos mayor conocimiento espiritual acerca de nosotros mismos.

Hay una diferencia fundamental entre controlar y reprimir. Cuando tenemos conocimiento espiritual y alguna situación externa activa nuestra ira (que todavía existe, aunque tengamos la meta de superarla), entonces vamos desarrollando el poder de controlar. Esto quiere decir que incrementa nuestra capacidad de resistir internamente la fuerza de esa ira, ya que en nuestro intelecto mantenemos claridad acerca de quién soy y qué es lo que quiero: preservar mi paz y mi estabilidad. La decisión que tomemos para responder a ese estímulo será una decisión consciente.

En cambio, reprimir es algo que se hace desde la ignorancia, desde la obligación. Por ejemplo, alguien provoca mi ira y reprimo mi reacción. Normalmente lo haremos desde el miedo o desde la incapacidad, es decir, no es una decisión que proviene de un entendimiento y un proceso consciente sino desde lo que se percibe como una necesidad.

Un ejemplo podría ser el jefe dándole una reprimenda a un empleado. Al empleado le encantaría contestarle pero teme por su puesto de trabajo. La ira reprimida simplemente estallará en otro lugar y momento, quizás en su casa con su familia.

Por tanto, el auto-control es una capacidad muy necesaria en nuestro proceso de crecimiento espiritual, siempre desde el discernimiento y la claridad de conciencia.