martes, 30 de diciembre de 2014

Presentación: El sistema inmunitario del alma, de Mike George

En la tarde del pasado martes 9 de diciembre, tuvo lugar en el salón de actos de la escuela de los Maristas de la Inmmaculada, un cálido encuentro con motivo de la conferencia de Mike George sobre la presentación de su libro: El sistema inmunitario del alma.
 Mike George es conferenciante y profesor espiritual, en los últimos años ha ejercido de coach y facilitador para el desarrollo personal y ejecutivo en empresas de más de 40 países.

La conferencia tuvo un tono cercano, cálido, relajante y positivo. La traducción fue de Guillermo Simó. A lo largo de la conferencia Mike compartió puntos interesantes sobre el libro y sus motivaciones.
 Algunos puntos de interés fueron los siguientes: diferencia entre el dolor físico y el sufrimiento. El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. El dolor es lo que sentimos cuando sucede algo en el cuerpo y el sufrimiento es lo que creamos a un nivel mental y emocional como respuesta a este dolor.
 Somos cien por cien responsables de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos. Elegimos o bien sufrir o bien olvidar. Hemos aprendido a creer que el sufrimiento es natural, que forma parte de la naturaleza humana. Esto es una falsa creencia. Tenemos que verificar, probar y cambiar nuestras creencias heredadas de nuestra infancia, absorbidas a lo largo de nuestra educación y que hemos hecho que formen parte de nosotros. Estas creencias son las que chantajean nuestro estado.
 Algunas de las reflexiones del libro lo que pretenden es resaltar las creencias más comunes y debilitantes que son la causa de nuestro sufrimiento. Algunas personas no quieren acabar con el sufrimiento, no quieren estar bien, se apegan a su infelicidad. La conclusión es que hay muchos tratamientos y curas para nuestras enfermedades físicas pero sólo hay una cura definitiva para nuestras enfermedades espirituales. Los momentos de enfermedad del alma son las señales que nos indican que nuestro bienestar está en peligro. Estas señales pueden ser la tristeza, la rabia, el miedo.
 El sistema inmunitario del alma son tres vibraciones de la consciencia:
1) Reconocimiento. Eres capaz de captar lo que estas sintiendo en cualquier momento. La causa es lo que llevamos con nosotros en nuestra consciencia,
2) Comprensión. Podemos ver lo que está causando el resentimiento y así podemos descubrir la verdad que es lo que cura el ser,
3) Transformación. Comprendiendo podemos empezar nuestra transformación de los pensamientos y comportamientos. Estamos diseñados para dar nuestra energía pero hemos aprendido a creer que necesitamos valor a partir de los demás. Por eso nuestras relaciones son caóticas.
 Mike dedicó un tiempo para las preguntas y aportaciones de los asistentes a la conferencia. El público se mostró activo y participativo y Mike respondió acertadamente a las dudas de algunos oyentes. Para finalizar dirigió una meditación en la que se creó un silencio profundo, el público tuvo también la oportunidad de adquirir un ejemplar de su libro y dedicó el libro a todos los que lo solicitaron.

martes, 16 de diciembre de 2014

Práctica de la conciencia del alma

Práctica de la conciencia del alma

Cuando nos consideramos un ser espiritual, un alma que se expresa a través del soporte del cuerpo físico, se produce un profundo y beneficioso cambio de conciencia. Algunos pensamientos que nos ayudan a experimentar nuestra identidad espiritual son: Soy un alma y tengo un cuerpo. Soy un ser no-físico, eterno y con la capacidad de trascender las limitaciones del mundo físico. Me expreso de diferentes maneras a través de mi cuerpo, pero tengo una existencia no limitada al mismo. Es decir, el cuerpo constituido por átomos y moléculas de materia, tiene una naturaleza temporal, pero  la naturaleza del alma, el ser espiritual, es eterna. Soy un ser de luz espiritual, no-físico. 

Diversas imágenes nos pueden ayudar a fortalecer la conciencia de que yo, el alma, soy distinta de este cuerpo físico. El conductor y el coche son dos aspectos diferenciados. Ser un buen conductor requiere gran atención y la habilidad de usar el acelerador, los frenos, las marchas y el volante con precisión, a fin de estar plenamente en control del vehículo y evitar colisiones.

De la misma forma, a medida que nos movemos por la vida, necesitamos mantener en orden nuestras facultades mentales y físicas. Si usamos nuestros pensamientos y sentidos de la manera correcta, nos servirán bien, y nos llevarán a donde elijamos. Sin embargo, si permitimos que nuestros sentidos sean atraídos constantemente hacia diferentes direcciones y nos controlen, es posible que se produzcan accidentes.
Como conductores de nuestro vehículo, el cuerpo, también aprendemos a controlar los sentimientos que se expresan a través de los ojos y de las palabras. Cuando tales sentimientos se mantienen positivos, llenos de consideración y respeto favorece que nuestro viaje sea tranquilo y agradable.

Cuando permanecemos alertas y conscientes del alma, nuestras acciones nos acercan a nuestra verdad y somos capaces de compartirla con aquellos que nos rodean. Cuando perdemos la conciencia aunque sea por un momento, hay peligro. Si erupcionan los malos sentimientos y se expresa la negatividad, se plantan las semillas del conflicto y se desperdician el tiempo y la energía.

Ofrecemos ahora unos pensamientos para experimentar:

Sentado tranquilamente, visualizo mi identidad eterna, el ser de luz, el punto de conciencia, en el centro de mi frente…
Me doy cuenta de que yo soy el ser al mando de este vehículo físico, el cuerpo…
Soy el ser que posee conciencia…
Creo el pensamiento de paz en mi mente, con el entendimiento de que la paz es mi estado natural…
Permito que este pensamiento llegue a lo profundo de mi ser, de manera que conecto con la paz que hay en mí…
A medida que miro hacia el mundo, comparto esta paz…
A través de mis ojos, transmito rayos de luz y de paz…
Yo, como el conductor de este vehículo, en la conciencia de ser el dueño de mis sentidos, decido que las palabras que usaré serán benevolentes y pacíficas…
Y las acciones que realizaré serán un medio para compartir la paz que estoy experimentando.
 

martes, 9 de diciembre de 2014

El arte de escuchar

El arte de escuchar

Se dice que más del 80 % de la comunicación sucede no a través de las palabras sino a través del lenguaje corporal, la expresión facial, el tono de voz o – más sutil incluso – a través de nuestras vibraciones. Así que, al contrario de lo que podamos pensar, la parte más activa de la comunicación no está en el dar, sino en el recibir.

Suceden muchas cosas entre dos personas que creen que se están comunicando a través de las palabras. Cuando escuchamos a alguien, podemos captar lo que van a decir incluso antes de que lo digan y consciente o inconscientemente, a menudo empezamos a preparar una respuesta. Traemos a la conversación nuestras percepciones del otro, que determinan si nos comunicamos de una manera que sea auténtica, abierta y mutuamente respetuosa o lo opuesto, una comunicación en la que surgen reacciones, bloqueos y malentendidos. Si estoy pensando acerca de cómo le responderé o acerca de algún sentimiento del pasado u opinión del otro, realmente no estoy escuchando – no estoy presente para ellos.

Para desarrollar el arte de escuchar necesito revisar: ¿Vengo de un espacio de honestidad y respeto? Si es así, mi interlocutor lo captará y estará receptivo a lo que le diga. Pero si no es así, buscará protegerse a sí mismo o se preparará para resistir o alejarse. En el pasado puede que hayamos reaccionado confrontando o evitando aquellos con quienes nos sentíamos incómodos – debido a que, en realidad, no nos sentíamos cómodos con algo en nuestro interior.

Cuando nos sentimos cómodos y en armonía con nosotros mismos, entonces somos capaces de darle a otro nuestra atención completa, libre de prejuicios y criticismo y simplemente escuchar – sin necesitar ninguna aprobación, respeto o gratitud. Entonces es como si les estamos dando un regalo – y con frecuencia, suele ser el que más necesitan.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Las expectativas



Las expectativas nacen del apego e identificación a una creencia o imagen mental de cómo tienen que ser las cosas. Si exploramos un poco por debajo de la superficie, veremos que generalmente hay un deseo de controlar, de tener control sobre la situación, persona o personas objeto de nuestras expectativas.

Se dice que tener expectativas es hacer una invitación abierta a la irritación. Para identificar y reconocer nuestras expectativas, un método sencillo es auto-observarnos y detectar aquellos momentos en los que se genera intranquilidad o irritabilidad en nuestra mente. 

Con una actitud neutral y honesta, en esos momentos en los que detectamos una reacción interna ante algo que está sucediendo, nos podemos preguntar: “¿A qué resultado estoy apegado? ¿Qué es lo que no encaja con mis expectativas?”. 

En el momento en que nos damos cuenta y alcanzamos un nivel de comprensión de lo que nos sucede, gran parte del problema ya ha desaparecido. Cuando reconocemos que tenemos expectativas y que éstas nos impiden mantener tranquilidad y estabilidad en nuestra mente, el siguiente paso es aprender a distanciarnos y desapegarnos internamente de las mismas.

Puede ser en relación al comportamiento de una persona, tenemos la expectativa de que nos trate de cierta manera, o de que no nos critique o de que sea amable, y nada de eso sucede. O bien podemos tener la expectativa de que las cosas sucedan de una forma determinada, de acuerdo a nuestros deseos, y nuevamente nada de lo que esperamos sucede. En cualquiera de estos casos, el indicador de que tenemos apego y expectativas es el nivel de estrés e irritación que se genera en nuestra mente.

Liberarse de expectativas es esencial para disfrutar de la vida desde una mente tranquila y abierta. Un principio que nos ayuda a crear la actitud mental necesaria y desapegada para descartar las expectativas es el de que, en realidad, no podemos controlar nada externo a nosotros, pero lo que sí podemos controlar y manejar plenamente es la actitud interna desde la que respondemos a las situaciones de la vida.


(Fotografía de Karla Jiménez)