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lunes, 6 de julio de 2020

Liberarse de los deseos

Liberarse de los deseos



Los deseos, como el dragón con múltiples cabezas, nutren la infelicidad.
Su meta es llenarnos pero en realidad nos mantienen vacíos, en la medida que nunca conseguimos satisfacerlos todos. Ésta es una paradoja que a veces no se comprende con facilidad, hasta que descubrimos que los deseos funcionan a través de los hábitos. El hábito basado en los deseos es como un enorme y viejo dragón que no nos permite darnos cuenta de lo que sucede en realidad, no admite reconocer que se trata de una debilidad, no percibe el ser verdadero.

El deseo de reconocimiento hace que nuestros esfuerzos sean deshonestos y la calidad de la tarea se poluciona. Inevitablemente se pierde la integridad de nuestro ser. “Yo quiero”, “yo necesito” o “tienes que darme” son dragones hambrientos con un estómago sin fondo. Con lo que sea con que los alimente su apetito sigue incrementando. Sentirnos verdaderamente contentos y satisfechos es algo que sólo conseguimos cuando disolvemos los deseos que siempre quieren algo de alguien. Estar contentos nos permite vivir conscientes del significado de cada escena, de cada encuentro con los demás, de cada respiro del tiempo.

A veces, el deseo de la mente es alejarse de la situación en la que nos encontramos, de las personas que nos causan obstáculos o dificultades.
La opción más elevada, basada en la espiritualidad, es no dejar que los retos o la negatividad nos tienten a alejarnos de situaciones o personas. Aprendamos a crecer a través de ellas. Cuando sembramos las semillas de los pensamientos determinados, crecemos al aceptar la necesidad de cambiar nuestro posicionamiento mental. Este cambio de posicionamiento cambia nuestro patrón de crecimiento. Crecemos en nuestra verdad original y en nuestra autenticidad. Entonces nuestro ejemplo fluye en los corazones y en las mentes de los demás. Nuestro propio ejemplo les genera esperanza e inspiración, y les hace brillar pensando “nosotros también nos podemos hacer así”.

lunes, 27 de enero de 2020

EL CAMINO DEL SILENCIO

EL CAMINO DEL SILENCIO



La experiencia del silencio nos ayuda a reconectar con nuestra esencia más profunda, la que no se ve afectada por las características imperfectas que hemos adquirido viviendo en un mundo imperfecto.

Redescubrimos que nuestro ser está lleno de cualidades divinas, y percibimos todo su potencial de plenitud y bienestar. En ese estado experimentamos una ausencia total de conflictos y de negatividad estabilizándonos en un punto de profunda quietud. Es importante que nos tomemos un tiempo para llegar a ese espacio interno de silencio. Esa experiencia nos proporcionará un beneficio incalculable.
Ante todo, nos permitirá controlar mejor los pensamientos. Descubriremos, por ejemplo, que no hay necesidad de pensar tanto como a menudo hacemos, que desde el silencio vamos a obtener respuestas más claras y precisas para todo lo que necesitamos.

En segundo lugar, la experiencia del silencio nos libera de las amarras de nuestra programación y condicionamiento negativos. Experimentaremos más fácilmente la verdad de nuestra paz y dignidad internas, lo cual nos ayudará a su vez a mantener la mente enfocada.

En tercer lugar, el poder del silencio puede compartirse. A medida que aumentamos la experiencia del silencio, nuestra fortaleza puede ayudar a quienes no la tienen para que continúen en sus esfuerzos por desarrollar el ser y experimentar la paz. Nuestras reservas de silencio, sumadas a los pensamientos verdaderos y poderosos, ayudarán a los demás a liberarse de lo limitado para alcanzar lo ilimitado y lo divino.
Es muy beneficioso dejar atrás los pensamientos de temas mundanos y prácticos y las palabras y permanecer por un tiempo en silencio. Es enormemente refrescante y nutritivo, y crea hábito. El amor por la introversión espiritual, la soledad y el silencio complementa nuestra vida de una manera hermosa.

lunes, 13 de enero de 2020

El arte de mantener un equilibrio

El arte de mantener un equilibrio


El equilibrio es lo que mantiene todo en su lugar y lo mueve todo ordenadamente tanto en el mundo físico como en la vida humana. Una personalidad equilibrada es la clave para el éxito. De hecho, ser equilibrado en todos los aspectos es uno de los objetivos finales del desarrollo personal y espiritual.

La naturaleza nos ofrece maravillosos ejemplos de equilibrio. Desde la mariposa que aletea y el pajarillo que vuela hasta los movimientos planetarios en el sistema solar, todo está operando sobre el principio del equilibrio. La tierra y el cielo, el fuego y el agua, todos los ciclos de energía operan sobre el principio del equilibrio.

En términos espirituales, el equilibro es la habilidad de posicionarse ante la vida desde una perspectiva clara y realizar la acción adecuada en el momento preciso. Una persona equilibrada será capaz de apreciar la belleza y el significado de cada situación, sea favorable o adversa. Tendrá la habilidad de aprender de la situación y avanzar con sentimientos positivos. Así como hay una descarga o cortocircuito cuando se rompe el equilibrio de los polos positivo y negativo en un circuito eléctrico, de forma similar, cuando perdemos el equilibrio en nuestra vida, también se descarga nuestra batería interna.

Ser equilibrado significa estar siempre alerta, plenamente enfocado y tener una visión amplia. El equilibrio viene a través de un entendimiento profundo, de la humildad y de la tolerancia. Viene de la comprensión de que aunque la vida está llena de altibajos, debemos mantener siempre una conciencia elevada. Así evitamos la reacción, las prisas o la excitación, y elaboramos una respuesta calmada, fácil y madura para cada situación. El estado de equilibrio más elevado es volar internamente con plena libertad y, a la vez, tener los pies firmemente en el suelo de la realidad.

En este estado somos capaces de mantener bienestar y confort espiritual, más allá de la influencia de la alabanza o del insulto, de la alegría o del pesar, de la victoria o de la derrota, de la ganancia o de la pérdida. Cuando la alabanza venga a nosotros hemos de aceptarla graciosamente, de forma liviana, y liberarnos pronto, preparados para empezar de nuevo. Cuando sea el insulto lo que venga a visitarnos, hemos de mantenernos anclados en la sabiduría, tan libres y a salvo que podamos pensar en profundidad y aprender una lección o hallar una solución.

El equilibrio viene de un profundo entendimiento de las leyes divinas que operan en el universo y de permanecer constantemente anclado en estas verdades eternas a través de los altibajos de la vida. Una mente serena y un intelecto divino constantemente nutrido con el amor de Dios y la sabiduría ayudan a mantener un equilibrio constante en la vida.

Una perspectiva espiritual y un vínculo mental con Dios en la meditación ayudan a desarrollar el correcto equilibrio entre la cabeza y el corazón, las emociones y la lógica, el amor y el desapego, la seriedad y la liviandad, la madurez y la jovialidad.

lunes, 23 de diciembre de 2019

La paz interior

La paz interior



Hay algo que puedes hacer para ayudar a crear paz en el mundo: ser pacífico. El primer paso es zambullirte en el alma para descubrir qué es lo que te intranquiliza. Al enfocar tu mente hacia el interior, descubrirás, por debajo de las muchas emociones de la vida cotidiana, que sale a la superficie un remanso profundo e imperturbable de bienestar espiritual. Necesitas explorar esa parte del ser; no basta con que la comprendas, sino que debes experimentarla una y otra vez. Es una experiencia muy satisfactoria que refresca el alma y la llena de paz. Desde esta posición privilegiada resulta fácil reconocer los pensamientos u sentimientos autodestructivos. El poder de la realización personal transformará como por ensalmo esos hábitos mentales destructivos. Dejarás de culpar a los demás por tu intranquilidad, y progresarás en tu tarea de cultivar tu verdad.
La paz está compuesta de muchas cosas: amor, paciencia, sabiduría. No debes contentarte con un poquito de ella, sino llénate completamente. A medida que te esfuerces por llevar paz a tus relaciones con los demás, tu misma naturaleza se hará pacífica. Esto será beneficioso no sólo para ti mismo, sino también para todos los que te rodean. Y de este modo ayudas a transformar el mundo. No basta con que seas pacífico: debes irradiar paz y crear una atmósfera apacible mediante tus pensamientos y palabras en las relaciones con los demás.
El nuestro es un mundo sin paz. Sólo cuando realmente hagas tuya tu religión de paz, puedes confiar en traer paz al mundo.