jueves, 11 de julio de 2013

La fe: el medio para experimentar poder del Océano del Amor y de la Paz


La fe: el medio para experimentar poder del Océano del Amor y de la Paz
 
¿Qué es la fe? Hay una diferencia entre la fe ciega y lo que podríamos llamar la fe de tener los ojos abiertos (ser conscientes). La fe está relacionada con la comprensión y la confianza. Existe una relación entre la confianza y la fe. Cualquier cosa que se interponga en el camino de la fe se llama duda. La duda se parece a un cáncer, corroe hasta que, finalmente, nuestra fe se ha ido.
El logro de la fe se basa en la comprensión del conocimiento espiritual detallado. Puedes aceptar algo sólo si puedes comprenderlo y si todas nuestras preguntas son satisfechas.

Tenemos fe de que el sol saldrá mañana porque lo hemos observado salir cada mañana de nuestra vida. En base a esa continuidad de la experiencia no albergamos dudas de que el sol se elevará. Por eso, no hace falta generar fe en algo así. Sin embargo, necesitamos la fe, por ejemplo, en la comprensión del alma, porque es muy sutil. Dios también es muy sutil. 

Todo el mundo acepta que Dios no puede ser limitado, ni por el tiempo ni el espacio. La descripción de Dios y el alma, como infinitamente pequeño en términos de Su forma y a la vez como infinitamente grande por Sus atributos, tiene sentido.

Antiguamente, la mayoría de la gente religiosa creía en la imagen de un anciano con barba que enviaba a los buenos al cielo y a los corruptos al infierno. Retratando a Dios como un personaje peligroso, había miedo de acercársele demasiado. Incluso ahora, ¿quién quiere ser enviado al infierno? Por otro lado, pocos se sienten dignos de ir al paraíso, era mejor para los seres humanos aplacar a un ser tan enojado, o evitarle por completo.

En la práctica de la meditación Raja Yoga, comprendemos que Dios es el Océano de Amor, nunca el Océano de la Ira. Nos damos cuenta de que los celos y la ira son emociones que nos corrompen. Dios está libre de negatividad. Él es la verdad, el Océano de la Paz - infinitamente apacible, amoroso, poderoso y lleno de conocimiento. Él tiene toda el conocimiento acerca de todo. Él es el Benefactor, la semilla, el punto. Esto significa que Él no cambia. Él es el punto de referencia para cualquier cosa y para todo.

A medida que aprendemos acerca del Alma Suprema, el ser, la obra de la vida y la filosofía de la acción (karma), fácilmente aprendemos a meditar. En meditación hay recuerdo, conexión y atención. Asociamos el recuerdo a ir hacia el silencio. Enfocamos nuestra mente en Dios, que habita más allá del universo físico y nos llenamos de todos sus atributos como la paz, el amor, el poder y la felicidad.

Una pregunta importante que surge en la mente del buscador es la cuestión del bien y del mal. Los devotos se quejan a Dios: "¿Por qué has puesto maldad en el mundo?" Dios no lo hizo. Entonces, ¿de dónde viene el mal? Se trata de las acciones negativas acumuladas en las almas. Realizar acciones basadas en emociones negativas es contraproducente, y debido a ello entramos en deuda y nos debilitamos. 

Para fortalecerte, necesitas tomar poder de Dios. Considérate un alma, de manera que puedas estar en el mismo nivel que Dios, el nivel del espíritu. En primer lugar, desconéctate de la conciencia del cuerpo, porque las acciones basadas en la conciencia física te separan de Él, es como poner óxido en el alma. Todos nos hemos oxidado debido a las acciones negativas.

Cuando estamos en la misma dimensión que Dios, nos damos cuenta de que Él es como un imán que atrae a las almas. Al estar en contacto con Él, la fuerza del imán también nos limpia. Se dice que sentarnos en silencio en el recuerdo (del Supremo) es como poner un clavo oxidado en una botella de queroseno que se lleva todo el óxido.

Así que en nuestra mente nos visualizamos: "Soy un alma oxidada sentada en el queroseno del recuerdo de Dios y me vuelvo completamente limpia."
Eso es meditación.

1 comentario:

  1. Con fe ciega no sabemos a dónde vamos y finalmente nos cansamos de dar tantos tumbos. Por ello es maravilloso experimentar a Dios y sentirnos en su regazo como el niño que finalmente ha encontrado al padre.

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